Elena Vargas
México, residente 2022
Elena Vargas nació en la Ciudad de México el 8 de marzo de 1994, es una artista interdisciplinaria emergente con especial interés en la investigación vocal, el lenguaje audiovisual y el performance sonoro, su búsqueda creativa tiende a la generación de herramientas y metodologías que vinculen a las personas con la escucha, la meditación acusmática y la deconstrucción de la sonoridad. Es egresada de la Escuela Nacional de Arte Teatral (2018).Ha colaborado en proyectos con artistas como: Angelica Lidell, Indira Pensado, Nohemí Espinosa, Jesusa Rodríguez, Rosario Armenta, Marianella Villa,Barbara Lazara, Roxana Elvridge entre otras. Se desarrolla como performer vocal , docente y escritora; actualmente reside en México y realiza investigaciones con espectros sonoros.
Resonar efímera
Actriz, en los últimos años de su carrera se empezó a dedicar al arte sonoro. Durante su residencia desarrolló una serie de acciones performáticas sonoras que tenían como eje central, lo que sucede con su voz cuando resuena con el espacio. Su investigación es parte de una tríada compuesta por sonido, cuerpo y espacio y cómo estos se relacionan. Durante el mes en Ruido Blanco, realizó grabaciones de los viajes que hicieron con las residentes para conocer espacios y lugares fuera del circuito turístico e introducirse en el territorio local. Estas grabaciones actúan además, como un diario de viaje, son un registro de las horas que estuvieron juntas en Iguazú -comidas, conversaciones, sonido cotidianos de la casa.
Elena presentó en el el estudio abierto, una mesa con 5 archivos sonoros:
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Un canto guaraní, de una ceremonia a la que asistieron.
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Trans y zion el paso por diferentes estadios.
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Poemas leídos por ellos.
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Una ficción producto de la visita a la casa de Horacio Quiroga ficcional.
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Ruido blanco.
Además, realizó dos performance efímeras, donde cubría su cuerpo con barro ñau. El arte de Elena, puede parecer violento en ocasiones, a menudo feminista sin reservas y muchas veces crudo. En esta ocasión, incorporó elementos naturales como el agua y el barro, buscando el límite en su propio cuerpo que actuó como una caja de resonancia de sonidos que a veces parecían animales y otras humanos, de dolor y de placer, de felicidad y de tristeza.
Texto: Irene Gelfman